sábado, 31 de mayo de 2014

Las mejores vistas de Madrid.

Imaginemos que esto no acabó conmigo y supongamos que aún no me has olvidado. Pongamos que estoy en un tren camino a Madrid para allí encontrar tus ojos, temblorosos entre la gente. Recuerdo la facilidad que tenía para perderme en ellos, como cuando me perdía en tu cabello, todavía hoy cuando no me encuentro me busco en allí, ya que me he perdido para siempre y los para siempres no existen. También recuerdo haberme hecho pájaro para anidar en tu ombligo, no quería aprender a volar para no irme del nido. Mi clavícula tiene la mala manía de echar de menos tu respiración y mis oídos notan demasiado la falta de tus gemidos. Imaginemos que mis dedos no te buscan en el lado izquierdo de la cama, y ya de paso, pongamos que, mi nuca no lleva tu nombre cuando me recojo el pelo. Que las mejores vistas de Madrid estaban en tu cama, en tu sonrisa. Aún tengo tu vista clavada en mi, tus ojos recorriendo cada parte de mi cuerpo, fijándote en cada detalle, cada curva y cada recta para luego escuchar el ruido del carboncillo deslizándose por tu bloc de dibujo. Y el sonido de tu risa, llenando el vacío que existía en mi antes de haber encontrado tus labios, antes de haberme quedado ciega con el brillo de tu sonrisa. Las noches eran menos aburridas cuando inventaba constelaciones uniendo los lunares de tu espalda o cuando hacíamos de unas horas la eternidad. Hoy quiero imaginarte aquí, a mi lado, mordiéndome el cuello para a continuación besarme lentamente, acelerando mi pulso, que ya no existe, porque tú te has llevado mi corazón. Lo echo de menos ¿sabes? latiendo al otro lado de mi pecho.
Desde que no estás vuelvo a ser la misma chica vacía, sin corazón, sin sonrisa en la mirada. Porque estoy como París sin Torre Eiffel , como Venecia sin agua, como Roma sin el Coliseo, como Nueva York sin Manhattan, yo sin ti soy vacío. Porque me invade una clase de frío que no se quita con las mantas, porque me he quedado en ruínas y no hay nadie que reconstruya estos muros. Así que, déjame imaginar que el tiempo todo lo cura, aunque sea mentira, déjame autoengañarme y pensar que no te has ido, déjame soñar una vez más contigo.

martes, 8 de abril de 2014

Por ti, rubia.

Eres ese abrazo calentito en un mes de abril, ese sol en mi día gris, eres luna cuando me siento noche, eres amiga cuando me siento sola, eres hogar cuando llueve, eres frío en verano, eres esa mantita del sofá, eres esa canción que pone la piel de gallina, eres ese arbol en medio de la ciudad, eres esa luz en medio de la oscuridad, eres ese barquito en medio del mar, eres tú y soy yo, somos nosotras abrazadas en alguna acera, mientras emocionadas lloramos de felicidad, con una sonrisa sincera en la mirada y un reflejo casi perfecto en algún escaparate. Eres tú, esa persona que apareció de la nada hablando de magia, pero deja de hablar, sintamos la magia, la magia de ese abrazo único, porque tus ojos son tan profundos que podría perderme en ellos y olvidar el resto, entrar en ese pequeño mundo que eres tú y no salir jamás, quedarme a vivir en tu desorden emocional, entre tus te quieros y tus te echo de menos, encender una pequeña hoguera dentro de ti y calentarme las manos ahí, construir mi refugio y esconderme de las noches en vela, del insomnio y de mi misma. Podría nadar en el brillo de tus ojos, podría hacer surf en tu sonrisa, podría hacer escalada en tu pequeña nariz, podría practicar deportes de riesgo en ti, porque por ti, rubia, por ti cualquier riesgo es poco.

martes, 14 de enero de 2014

Un cabrón como tú.


Te odio. Odio tus putos besos. Odio como tus ojos traviesos se encienden al verme y empiezas a jugar con el piercing del labio inferior. Odio ir de copilota en tu coche, que quites la mano del cambio de marchas, agarres mi pierna, me veas a los ojos y sonrías. Odio cuando en mitad de un beso te apartas y me miras, como si no te lo creyeras. Como si no supieras que solo soy una mas en tu absurda lista. Como si fuera la única, la mejor, como si fuera tuya pero sobre todo como si tú fueras mío, cuando en realidad soy la número, no sé, creo que he perdido la cuenta. ¿Lo peor de todo? Saber que ellas se sienten tan especiales como yo cuando estoy contigo. Porque no me explico como lo consigues pero haces que me sienta bien, imparable, como si nada ni nadie me pudiese hundir, ni arrebatar lo mas importante que tengo, que eres tú. Luego abro los ojos y me doy cuenta de que hay miles de chicas, y que yo no valgo nada. Y ahí es cuando me siento una mierda. Cuando dejo de sentirme especial, única, y empiezo a caer en ese pozo al que llaman “baja autoestima”. Odio no saber decirte que no, porque a veces me lo creo, creo ser la única, creo incluso que es a mi a quien quieres. Puede que en realidad no me lo crea, puede que solamente quiera creermelo, porque desearía que me quisieses a mi, a mi y solamente a mi, sin terceras personas, ni mentiras. Y es que casi te odio tanto como te quiero. Sí, te quiero, ¿Por qué? Preguntale a las otras mil, quizá ellas lo sepan. Ya sabes que nunca se me ha dado bien explicarme y menos cuando se trata de declarar mi amor por un cabrón como tú.