viernes, 1 de mayo de 2015

Querido folio.

Tú con frío y yo arropándote con letras, llega el invierno y vuelvo a escribirte, quizá porque sé que al final solo te tendré a ti o porque también sé que nadie me entenderá así. Por eso de que antes de mi llegada eres vacío, absoluto silencio al contrario que en mi cabeza. El caos se hace insoportable y te busco, lleno tus infinitos espacios en blanco y me libero la conciencia. La lluvia ahí afuera me recuerda la guerra que hay aquí dentro, gotas cual balas preparadas para perderse en la batalla como mis lágrimas, aquí no hay ganadores solo un único deseo, que acabe pronto, que cese el ruido, que este infierno no sea tan frío. Aullando al calor como el lobo a la luna, envidiando el fuego como el pobre al rico, odiando el hielo casi tanto como a mi misma. Y qué voy a hacer cuando me quede a oscuras,cuando tan siquiera pueda escribirte por falta de claridad, cuando no tenga tinta para quitarte el frío, para vestirte de sentimientos, qué voy a hacer sin ti querido folio cuando acabe esta guerra y no queden más que ruinas. Parte de esta ciudad ya ha sido arrasada, ya no existe hogar ni hoguera, nada es seguro, el miedo acecha en cada acera y la desconfianza que lo hiela todo siempre permanece.

martes, 10 de febrero de 2015

PV

Si escribirle al amor duele, yo quiero escribírtelo hoy a ti, aunque mañana escribirme contigo me duela o leerme sin ti me mate.
Apareciste en mi vida y fuiste la única persona capaz de derretir mi hielo, más no sabías que no estaba preparada para el tsunami que vendría cuando me hicieses todo agua. Quizás por eso desde entonces hemos sido de altibajos, como la marea de mis playas, como las montañas rusas de los parques de atracciones de Madrid, hemos caído a lo más profundo y nos hemos levantado. Pero nos crecemos con las batallas y no nos separamos. Porque sí. Porque nosotras sí. Y es bonito vernos ser, aunque a veces breves, aunque a veces nada, pero siempre lo somos todo.
No sé con qué recuerdo quieres que te eche de menos, pero sueles pasearte por mi mente sonriendo, haciendo el tonto ante el espejo mientras te lavas los dientes o asomando la cabeza tras la mampara de la ducha, haciéndome reír al instante. A veces, apareces mirándome seria con las manos frías a causa de los nervios, otras, por el contrario, me miras con ojos traviesos y a veces incluso con ellos llorando en alguna estación. También recuerdo tener la sensación de que me faltó algún que otro paseo a besos por tus vértebras o verte más, no lo sé. Lo que si sé es que te quise más de lo que he podido querer a nadie jamás y eso amor mío, ya es mucho.
Ahora volvemos a empezar, una y otra vez, intentando volver a aquella amistad de un tiempo pasado, pero el mejor principio lo tuve en tus labios, porque aunque era en tus ojos donde estaba la magia, eran tus labios los dueños del fuego. Iba de camino al cielo y acabé en tu cuello pero eso, eso es otra historia.
Digamos que no me apetece acabar de escribir, al igual que no me apetece acabar de quererte, de tenerte, en mi vida o en mi recuerdo, eso es lo de menos, pero nunca ausente, porque aunque tu presencia crea el caos, es el caos más perfecto -o la perfección más caótica- que he albergado en mi interior y eso, eso no lo cambio por nada.

sábado, 31 de mayo de 2014

Las mejores vistas de Madrid.

Imaginemos que esto no acabó conmigo y supongamos que aún no me has olvidado. Pongamos que estoy en un tren camino a Madrid para allí encontrar tus ojos, temblorosos entre la gente. Recuerdo la facilidad que tenía para perderme en ellos, como cuando me perdía en tu cabello, todavía hoy cuando no me encuentro me busco en allí, ya que me he perdido para siempre y los para siempres no existen. También recuerdo haberme hecho pájaro para anidar en tu ombligo, no quería aprender a volar para no irme del nido. Mi clavícula tiene la mala manía de echar de menos tu respiración y mis oídos notan demasiado la falta de tus gemidos. Imaginemos que mis dedos no te buscan en el lado izquierdo de la cama, y ya de paso, pongamos que, mi nuca no lleva tu nombre cuando me recojo el pelo. Que las mejores vistas de Madrid estaban en tu cama, en tu sonrisa. Aún tengo tu vista clavada en mi, tus ojos recorriendo cada parte de mi cuerpo, fijándote en cada detalle, cada curva y cada recta para luego escuchar el ruido del carboncillo deslizándose por tu bloc de dibujo. Y el sonido de tu risa, llenando el vacío que existía en mi antes de haber encontrado tus labios, antes de haberme quedado ciega con el brillo de tu sonrisa. Las noches eran menos aburridas cuando inventaba constelaciones uniendo los lunares de tu espalda o cuando hacíamos de unas horas la eternidad. Hoy quiero imaginarte aquí, a mi lado, mordiéndome el cuello para a continuación besarme lentamente, acelerando mi pulso, que ya no existe, porque tú te has llevado mi corazón. Lo echo de menos ¿sabes? latiendo al otro lado de mi pecho.
Desde que no estás vuelvo a ser la misma chica vacía, sin corazón, sin sonrisa en la mirada. Porque estoy como París sin Torre Eiffel , como Venecia sin agua, como Roma sin el Coliseo, como Nueva York sin Manhattan, yo sin ti soy vacío. Porque me invade una clase de frío que no se quita con las mantas, porque me he quedado en ruínas y no hay nadie que reconstruya estos muros. Así que, déjame imaginar que el tiempo todo lo cura, aunque sea mentira, déjame autoengañarme y pensar que no te has ido, déjame soñar una vez más contigo.

martes, 8 de abril de 2014

Por ti, rubia.

Eres ese abrazo calentito en un mes de abril, ese sol en mi día gris, eres luna cuando me siento noche, eres amiga cuando me siento sola, eres hogar cuando llueve, eres frío en verano, eres esa mantita del sofá, eres esa canción que pone la piel de gallina, eres ese arbol en medio de la ciudad, eres esa luz en medio de la oscuridad, eres ese barquito en medio del mar, eres tú y soy yo, somos nosotras abrazadas en alguna acera, mientras emocionadas lloramos de felicidad, con una sonrisa sincera en la mirada y un reflejo casi perfecto en algún escaparate. Eres tú, esa persona que apareció de la nada hablando de magia, pero deja de hablar, sintamos la magia, la magia de ese abrazo único, porque tus ojos son tan profundos que podría perderme en ellos y olvidar el resto, entrar en ese pequeño mundo que eres tú y no salir jamás, quedarme a vivir en tu desorden emocional, entre tus te quieros y tus te echo de menos, encender una pequeña hoguera dentro de ti y calentarme las manos ahí, construir mi refugio y esconderme de las noches en vela, del insomnio y de mi misma. Podría nadar en el brillo de tus ojos, podría hacer surf en tu sonrisa, podría hacer escalada en tu pequeña nariz, podría practicar deportes de riesgo en ti, porque por ti, rubia, por ti cualquier riesgo es poco.

martes, 14 de enero de 2014

Un cabrón como tú.


Te odio. Odio tus putos besos. Odio como tus ojos traviesos se encienden al verme y empiezas a jugar con el piercing del labio inferior. Odio ir de copilota en tu coche, que quites la mano del cambio de marchas, agarres mi pierna, me veas a los ojos y sonrías. Odio cuando en mitad de un beso te apartas y me miras, como si no te lo creyeras. Como si no supieras que solo soy una mas en tu absurda lista. Como si fuera la única, la mejor, como si fuera tuya pero sobre todo como si tú fueras mío, cuando en realidad soy la número, no sé, creo que he perdido la cuenta. ¿Lo peor de todo? Saber que ellas se sienten tan especiales como yo cuando estoy contigo. Porque no me explico como lo consigues pero haces que me sienta bien, imparable, como si nada ni nadie me pudiese hundir, ni arrebatar lo mas importante que tengo, que eres tú. Luego abro los ojos y me doy cuenta de que hay miles de chicas, y que yo no valgo nada. Y ahí es cuando me siento una mierda. Cuando dejo de sentirme especial, única, y empiezo a caer en ese pozo al que llaman “baja autoestima”. Odio no saber decirte que no, porque a veces me lo creo, creo ser la única, creo incluso que es a mi a quien quieres. Puede que en realidad no me lo crea, puede que solamente quiera creermelo, porque desearía que me quisieses a mi, a mi y solamente a mi, sin terceras personas, ni mentiras. Y es que casi te odio tanto como te quiero. Sí, te quiero, ¿Por qué? Preguntale a las otras mil, quizá ellas lo sepan. Ya sabes que nunca se me ha dado bien explicarme y menos cuando se trata de declarar mi amor por un cabrón como tú.

jueves, 5 de diciembre de 2013

De esa clase de personas.

Ella era de esa clase de personas a las que siempre veías sonriendo. Si mirabas su sonrisa, parecía feliz, en cambio, en sus ojos podías apreciar la tristeza de alguien que ha perdido hasta la esperanza. Vivía en un constante diciembre, frío y solitario, esperando unas navidades que nunca llegan. Era de esa clase de personas con la que la gente pasa un rato pero no se queda, no permanece nadie a su lado, camina sola. Se pasó su vida buscando un calor que nunca llegó, un hogar que nunca tuvo y un corazón que no mostrase cicatrices. Era una chica como otra cualquiera, pero estaba rota, desordenada, perdida, sin rumbo. Había llegado al final y no sabía el camino de vuelta a casa así que se quedó allí, vacía, sin hogar, sin nadie, sin nada.

martes, 19 de noviembre de 2013

Fin.

Te quise abrazar tan fuerte que por un momento me creí que todo era mentira. Inspiré profundamente para quedarme con tu olor, no olvidaré jamás los millones de recuerdos que aún huelen a ti. Tardaste en soltarme, y cuando dejaste de abrazarme me agarraste la mano, me miraste como quién mira su casa, su hogar, ardiendo, destruido. Ya no podrás refugiarte en mi las tardes frías de invierno, ya no volverás a verme dormir apoyada en tu pecho, ya no me pasearé por tu casa con tu camisa de cuadros roja, no volverá a sonar el eco de mi risa en tus oídos, no podrás hacerme enfadar y luego besarme ni tan si quiera podrás saber a que sabrá mi piel. Pero, ya verás como me olvidas y otra ocupará mi lugar, será ella tu nuevo hogar, tus inviernos no serán fríos y tus camisas seguirán oliendo a mujer. Y en ese momento, cuando ya no me recuerdes, alguien pasará por tu lado con mi colonia y entonces te darás cuenta de que me echas de menos y es en ese instante cuando te arrepentirás de haberme dejado marchar. Porque esos ojos me decían "Quédate" mientras tu boca me decía "Adios".